Con las centrales telefónicas manuales, cada abonado sólo tenía que estar conectado a una central para poder comunicarse; de esta forma también se redujo considerablemente el número de cables.
Estas centralitas estaban controladas por una opradora que recibía las llamadas y establecía la comunicación entre los abonados. El abonado sólo tenía que dar el nombre o el número y esperar a que se estableciese la llamada.
El proceso era largo y la tarea de las operadoras, siempre mujeres, de mucha precisión y gran estrés para poder atender a todas las llamadas.
Tanto estas centralitas como los primeros teléfonos funcionaban con la electricidad generada a través de un magneto, una batería local que producía electricidad Al accionarse girando una manivela.
El sistema de centralitas manuales en Argentina estuvo operativo hasta el año 1989, año en el que se desmontó la última central manual.